Nos impulsaban las olas livianas, y el viejo océano sonreía con el peso del amor y la esperanza puestos a su recaudo; amansando con delicadas caricias sus llanuras tempestuosas, el sendero se allanaba apara nosotros. Mary Shelley
Obstinado vuelve a ser
asunto del corazón
donde anidó la ocasión
de ese rojo atardecer
Que se habrá de repetir
tenue roce de tu piel
un rito perenne y fiel
inalterable el lugar
Gaviotas y verde mar
el puerto que luce amigo
abrazo, vale el abrigo
tibieza como de hogar
Momento casi sagrado
pedacito de ilusión
satisfecho el corazón
al topar con lo soñado
Publicado por primera vez el Lunes, 1 de agosto de 2011