Alma de tango, cuerpo de barrio.
Sus manos se entrelazan como un bandoneón
Y en su rostro la sonrisa se deshace en hilachas
En la esquina / de la esquina rebosante,
Encoge sus hombros, azota su franela, mulle su boina
Espera
en su bastión de oro y madera
En el danzante devenir
Sólo soy un transeúnte más al que le silba su tímida milonga.
Vicente Estrellero