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RECUERDOS DE FAMILIA
I
¡Una década sin verlos!
Dos lustros..., o diez años.
Pero no es tanto si se piensa
que veinte antes los pasé con ellos.
¡Sí! Verdad que es hermoso,
recordar a mis hermanos retozando por el prado
y pisando los jazmines que adoraba mamalú.
–¡Niños!– enérgica nos reprendía por el daño cometido,
y luego era Bob nuestro perro, reincidente en menoscabos que azuzaba sin castigo.
¿Qué habrá sido de los monstruos pandilleros del oficio?
Amigos sin receso cuando abrumaba algún aprieto;
Socios dignos de ilusiones que también fueron conmigo...
¡Y mi casa!
Qué encontraré a mi regreso
cuando irrumpa bajo el techo,
que vio irme aquel invierno
presto a no volver jamás...
Digo:
Arbolito lisonjero
que anidabas en tus verdes
los trinares del jilguero,
y el verdor de tu follaje
insistía en embelesarme
con vaivenes de cerezo.
¡Dios mío! Qué emoción indescriptible
cuando adquiera nueva gracia
en los sitios donde pose.
Escucho...
¡Mauricio, ya está listo tu café!
II
El tren se acerca velozmente acrecentando mi vehemencia...
Estoy llegando.
Los andenes guardan citas que encumbró el alejamiento...
Compasión a aquellos seres
con el pecho henchido en busca,
que al pisar suelo nativo
no se hallen con los suyos.
Miro...
2
¡Rodolfo hermano!
Y bien, finalmente he regresado.
Me parece que fue ayer,
vagabundo a la disputa
de jugármela por algo
derribando la impotencia.
En cada sitio sentimientos
por un pueblo, por un puente,
advenedizo fui narrando
el por qué de mi partida,
transeúnte de bohemios
de campiñas labrantías,
alternando con los pobres
menesterosos de la villa.
Con mi porte aventurero,
pantalones a medida,
masticando con mi acento
extranjero a la cabeza.
–¿Chico Mauri, qué presientes si te beso?–
Ana vestidito de doncella,
veinte otoños rozagantes
que me entrega en cofradía.
¡Me enteré qué estás de novia!
Huelo brindis para agosto...
¡Tienes garbo de señora!
III
Mi casa... Mi familia...
No se que pasa inexpresable
y me dice que aquí dentro
está morando la tristeza...
Tanta dicha embriagadora,
que quizás en mi torpeza
no he notado alguna ausencia...
¡Pero claro, Bob, nuestra leal mascota!
–No, hijo, no. Hace mucho lo perdimos–
Te suplico que me cuentes,
porque ayer en el almuerzo
tu mirada vi empañarse,
levantándote de prisa
y aduciendo que tu espalda,
era víctima de esfuerzo
produciéndote fatiga.
¿Mamá Lucía dime ya, qué te tiene tan llorosa?
3
–La aflicción es por tu padre
que me tiene preocupada.
Últimamente se ha quejado
por dolores que él intuía,
y el doctor me ha ocultado
ese mal que yo temía.
Una vaga incertidumbre me sorprende cada día–
Dos lustros..., o diez años.
¡Cuánto tiempo alcé el nidal!
Diez años que plegaron
sus mejillas blanquecinas,
arrugando la planicie
marfileña de sus frentes...
Y yo no estaba.
¡Qué gran salto hasta los treinta verdad Mauricio!
Pienso...
¡Como si fuese tan fácil decir adiós!
Pobre vieja...
Se quedó marchita en su quebranto.
¡Después me casé y vinieron los hijos!
Cuatro pimpollos como vástagos de rosa...
El mayor me indaga sobre temas que no sé.
¡Nicolás! –le digo–
Sosiega tu infancia.
Si te viera tu abuelo...
–Papá, papá. ¿Cuándo sea grande...?–
J. J. CAMERON
JORGE JUDAH CAMERON