Quisiera tocar el rojo
del color de las manzanas;
tocar el rojo
de la sangre de tus venas,
de tus labios, de tus penas,
del color de tus rubores,
de tus iras, de tu encanto,
el rojo de las ciruelas,
el rojo de nuestras guerras,
del peligro que acosa.
Quisiera tocar el rojo
del amor que todos tienen,
tal vez rojo del pecado,
o el rojo del acusado.
Pero me detengo pronto,
porque el rojo es para verlo,
el rojo del fuego quema,
el rojo dice:
"Detente, no me provoques,
no toques".
Libertad Alzamora-Gonzales