En contra del viento voy,
contra el tiempo me enfrento
en un duelo a muerte
donde el único que puede perder soy yo.
Piso un charco de agua
de alguna lluvia pasada
que nunca debería haber estado allí,
aunque de eso ya hace mucho tiempo.
Me salpico
y quedo todo mojado,
empapado de recuerdos felices
y junto con ellos, la nostalgia de no poder volver.
Las hojas secas danzan en el aire
y caen, caen lentamente
pero caen al fin
para finalmente quebrarse cuando alguien las pise.
Yo las observo,
las veo caer,
un par de lágrimas corren tristemente por mi rostro
y no puedo entender como no puedo dejar de caer.
Giro y giro en lo mismo,
siempre es lo mismo,
se vuelve una y otra vez
se repite, me repito, redundante, atorrante.
Me veo, te veo,
te deseo, me deseas.
¿Me concedes este último antojo caprichoso?
¿Te puedo besar?
No.
Ya es demasiado tarde
y caemos los dos,
de diferente forma, y en distintos tiempos,
para tal vez volver a encontrarnos otra vez
y terminar la historia que nunca pudimos empezar.
Ernesto Orellano