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Sísifa Elsa era una perfecta ama de casa.. Por las mañanas para ella el reloj sonaba media hora antes que para los demás, se levantaba rápidamente de la cama, se lavaba la cara en el baño y se dirigía hacia la planta baja a preparar el desayuno, lustrar los zapatos de Miguel su esposo, planchar el traje, la camisa, buscar las medias y la corbata al tono, su trabajo de ejecutivo de una importante empresa lo obligaba a estar impecable. Elsa había asumido el 90% de esa responsabilidad. El 10% restante a cargo de Miguel consistía en afeitarse y ducharse cuidadosamente. Planchaba los guardapolvos de sus dos hijas que por la mañana concurrían a una escuela secundaria de Lomas de Zamora. A las siete todo estaba preparado Miguel y las hijas del matrimonio Mercedes y Violeta, bajaban semidormidas de sus dormitorios, un ¡Uen ia! en medio del bostezo era el anuncio que se habían acomodado en la mesa de la cocina dispuestos a devorar lo que Elsa les ofrecía servilmente. Un generoso café con leche, tostadas, preparadas una a una en la vieja tostadora manual, porciones de mermelada de frutilla, dulce de leche y manteca, jugo de naranja y pomelo para satisfacer todos los gustos, luego cada uno a ducharse, vestirse, el beso de rigor en la mejilla de Elsa, marchando sonrientes a cumplir con sus obligaciones. Elsa los saludaba desde la puerta el auto partía y al darse vuelta un conjunto pegajoso de platos, manteca, mermelada, sobras de pan, tazas de café a medio tomar se amontonaban en la mesa con secuelas de similares características en el piso de la cocina. Sin solución de continuidad Elsa pasaba a la limpieza de tamaño desastre en media hora había resuelto el problema de la planta baja. Subía a la planta alta ingresaba a los dormitorios, sacaba las sabanas de las camas y las fundas de las almohadas, colocaba unas limpias, bajaba las sucias y las introducía en el lavarropas, hacia las camas, limpiaba los cuartos, los pasillos todo impecable. De allí pasaba al living y al comedor aspiradora a las alfombras, en los sillones, lustra muebles en la madera del comedor, en la biblioteca y aparadores,, limpia metales en las manijas de las puertas y ventanas. Elsa miraba el reloj que le marcaba que ya eran las once horas y treinta minutos; la familia llegaba a almorzar a las trece, pensaba que día de la semana era, así siendo un jueves correspondía preparar asado al horno con papas y frutillas con crema, acondicionaba la carne, pelaba las papas, lavaba las frutillas, batía la crema, armaba la mesa del comedor. Doce y cuarenta y cinco colocaba los platos, cubiertos, vasos, el vino, las gaseosas, agua con y sin gas y la panera, cuidando que las sillas no tuvieran ni tierra ni pelusa, justo a tiempo llegaban Miguel y las niñas el primero saludaba ¡Hola, vos siempre rascándote!, las niñas reían. Miguel, Mercedes y Violeta se lavaban las manos se sentaban a la mesa y esperaban ser servidos. Por la noche siendo jueves Elsa tenía un poco de respiro. Se reunía en la casa de su amiga Verónica a jugar a las cartas, chusmear a diestra y siniestra, reírse un poco. En una oportunidad le llamo la atención la ausencia de María otra de las amigas de los jueves. Pregunto por ella, todas se miraron y sonrieron. Elsa preguntó si le había pasado algo. Verónica pícaramente afirmo que si efectivamente a María le había pasado algo. ¿Qué le paso? pregunto Elsa entre sorprendida y asustada ¡Tiene un amante! gritaron todas. ¡Es un bombón! dijo Verónica y agregó en este momento debe estar disfrutando a pleno. Llegará antes de irnos, yo la llevaré hasta su casa y aquí no ha pasado nada. Todas rieron y levantaron las copas brindando por la felicidad de María. Lo ocurrido dejo a Elsa intrigada e inquieta. Quería saber los detalles. Que sucedía en realidad con María. Al día siguiente fue hasta su casa; la encontró esplendida, plena, sonriente. Le pregunto cómo se sentía, si sucedía algo especial en su vida. María dijo sin reparos ¡soy feliz!, ¡tengo un amante sensacional! ¡Mi vida es una maravilla!. ¡Pero tu esposo! ¡Tus hijos! dijo Elsa. Los cuido como siempre agregó María solamente me tomé un tiempo para mí, me lo merecía. Un pequeño y espectacular desliz. María le contó a Elsa los detalles de su pecado. Elsa quedo con la boca abierta y envidiando. Todo su maltrato hogareño paso en un instante por su mente y rápidamente se pregunto ¿por qué no? Así tuvo en cuenta que un buen mozo que vivía a una cuadra de su casa, de unos treinta años de edad, la seguía en el auto todos los días cuando acudía al supermercado. Al día siguiente cuando el buen mozo en cuestión apunto ¡Hola preciosa! Elsa sin más le contesto ¡Bien y vos! de maravilla le dijo Mario, el atrevido, que agrego ¿Que tenes que hacer esta noche? "Nada" le dijo Elsa. Mario aprecio la invitación y la cito a las nueve en la Lacarre y Rivadavia ¡Ok! respondió Elsa, y cada uno marcho hacia su destino. A la hora convenida Mario y Elsa coincidieron en la esquina de Rivadavia y Lacarra. El reino de los hoteles alojamiento. ¿Qué te parece si vamos a charlar un rato? pregunto Mario, Elsa respondió sin titubear "Bueno, vamos" Elsa estacionó su auto se subió al de Mario y el albergue más cercano los acogió sin preguntas. Elsa supo del sexo desconocido. Jamás había sentido así. Difícil atenuar su sonrisa luego de ese día. Decidió que no sería la última vez y repitió las citas en la semana siguiente. Comenzó a frecuentar bares y lugares de diversión donde conoció otros hombres apreciando que el dicho según el cual en la variación está el gusto, no era una simple mención sin sentido. Su hogar naufragaba. Su esposo debía lustrarse los zapatos, acostumbrarse a ir a trabajar con camisas y trajes arrugados, las niñas acudían al colegio con guardapolvos que hacían ostensible el descuido materno, todos se hacían su desayuno, sus camas, y si multiplicaron los reproches hacia la desidia de Elsa. Miguel comenzó a exponer serios reparos a los que Elsa no prestaba atención. A Miguel le molestaba no solo el descuido sino también la manera de vestirse de Elsa. Las polleras cada vez más cortas, sus remeras atrevidas, el exceso de maquillaje. Sospechando una infidelidad, la hizo seguir, obviamente la comprobó. Enloqueció. No lo podía tolerar. Clamaba venganza. Se preguntaba como podía lavar su honor, cubrir la afrenta. Elsa no se escondía, todo el mundo sabía de sus deslices, un día Miguel se enteró que Elsa tenía una relación amorosa con Julián, un delincuente peligroso, figura destacada del tráfico de armas y de drogas, un pesado. Un mafioso. No soporto mas, esta humillación debía terminar ya. Decidió contratar a sicarios que acabaran con su vida.- Miguel no sabía qué hacer, se había contactado con los asesinos. Tenía un número de teléfono, dos respuestas posibles sí o no, y veinte mil dólares que arrojar desde el tren que partía de Plaza Constitución, mil metros después de pasar por la estación de Lanús en un lugar que le decía el Ultimo, llamo por teléfono, dijo sí, se subió al tren en Constitución al llegar al sitio acordado arrojo el paquete con el dinero, volvió a su casa, un barullo en su cabeza, las hijas aguardando ansiosas, mamá había ido a su habitual encuentro de los jueves. Después de cenar cansados fueron a dormir. A la mañana siguiente comprobaron que mamá no había regresado. Desayunaron, prendieron el televisor, en destacado se leía que el sospechado capo mafia Julián y su esposa fueron asesinados por dos personas encapuchadas que le cerraron el paso con otro vehículo efectuándoles una serie de disparos, agregando que ello había ocurrido a la salida de un restaurante-hotel propiedad del primero al que la pareja asistió para celebrar el décimo aniversario del matrimonio, Mientras Miguel continuaba paralizado frente a la pantalla del televisor. Se abre la puerta de entrada de la casa y antes de ingresar Elsa dice ¡Jamás me olvidaré del festejo de tus cuarenta años. Una fiesta formidable. ¡Nos vemos Vero! Un auto que arranca, Elsa cierra la puerta, saluda, ¡Hola familia! y agrega. Estoy cansadísima me voy a dormir un rato. ¡Besos a todos! |
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