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Poemas
y poesías de amor, la vida, la muerte
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En puntas de pie (homenaje a un amigo que se fue) |
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No perdamos nada del pasado. Sólo con el pasado se forma el porvenir. Anatole France | |
A Mariano Gaudini lo conocí en Mar del Plata. Una espléndida tarde coincidimos en un bar frente a la inmensidad del mar en un día de brillante sol y celeste cielo. Esa costumbre de charlar con desconocidos, inmiscuirme en sus vidas, saber de sus inquietudes y anhelos se convirtió en amistad confidente y planteado sus sueños de montañas, lagos, ríos turbulentos y arroyos mansos, continuamos el intercambio de pareceres en San Martín de Los Andes. Y Mariano fue feliz en la aldea de montaña aunque a veces su mirada se hacía lejana y por momentos estaba en otro lado, distante, en algún recodo nostálgico de su rica vida donde su padre y su hija eran protagonistas esenciales en cada conversación Un día no lo encontré por las calles de la ciudad de juguete que solíamos compartir. Alguien me dijo que había ido a buscar trabajo a Ushuaia, que comentaba el entusiasmo por conocer la maravilla del fin del mundo, de desentrañar los mil misterios que le esperaban en cada rincón de este nuevo desafío. No me asombré, tenía algo en su interior que lo instaba al permanente cambio, como un adolescente en procura de aventuras, sin medir dificultades ni riesgos, siempre viajando ligero de equipaje, todo aquello que podía entrar en su mochila y su irrefrenable ansiedad de partir procurando hallar la calma a tanta inquietud. En una ocasión, estando de viaje, me reclamó un llamadito, una esquelita, que ya no podré remitir porque, querido amigo, en el afán de encontrar esa utopía tan íntima, jamás exteriorizada saliste un 4 de julio del hotel donde te hospedabas en Ushuaia, con ropa demasiado ligera y tu mochila y siguiendo alguna senda que aún no habías recorrido, de la mano de algunos de tus duendes preferidos, recorriste mil caminos y hace unos días, casi mediados de agosto, agotado por tanto trajín, te sentaste bajo un árbol, miraste a tu alrededor mientras la blanca nieve cubría cada cosa. En un instante en tu mente tu Mar del Plata natal, tu querida hija, tu amado viejo, una sonrisa ratificó que a tus 42 años te habías topado con ese arroyo rumoroso y manso, con esa paz tan anhelada, que era el momento justo, el tiempo de partir, cerraste los ojos, llegó el sueño y te marchaste de este valle de lágrimas en puntas de pie. Ningo http://www.ningo.com.ar |
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Jueves, 22 de marzo de 2012 |
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