Un pibe bueno, un hombre de bien en momentos difíciles para los
argentinos. Cuando la sonrisa aparece naturalmente ausente de esa
muchedumbre que camina con cara de pocos amigos por las grandes urbes del
país, acuciados por problemas de todo tipo que parecen insuperables, las
largas colas para cualquier cosa desde pagar un impuesto, depositar un
cheque, hacer un reclamo, preguntar por ese trámite judicial que te acosa o
aquel otro administrativo que no te deja dormir, el temor de perder el
trabajo, llegar a fin de mes, pagar el alquiler en tiempo y forma,
aventurarse en la aleatoria realidad y salir indemne, retornar a casa sin
daño ni agravio, esa inflación que te esta devorando aunque te aseguran que
es sólo una sensación como la inseguridad, hay una persona que te
transforma, que te deleita que te hace sentir orgulloso que defienda los
colores argentinos cada vez que es convocado, con sencillez, sin creérsela,
con modestia, sin quejas, de buena onda, con esa categoría de persona de
bien que solamente puede trasmitir Leo Messi. Parece una tontería pero no
lo es. La Pulga te regala un par de veces por semana la magia de su fútbol
único, maravilloso, pleno, contundente, lleno de lujos y alegría,
soportando sin reclamo uno y mil golpes de los adversarios que no logran
encontrarlo jamás cuando su pie dibuja la fantasía más extravagante, da esa
asistencia perfecta, convierte ese gol que siempre es una joya de mayor
calidad que la anterior. Así los argentinos nos fuimos haciendo hinchas del
Barcelona, a través de la de televisión, cada miércoles y sábado, en el
horario fijado, nos sentamos frente a esa pantalla gris de tantas pálidas,
que se ilumina con Leo y su talento, que le pone ansias a nuestros
corazones, que nos saca de la rutina, que por noventa minutos nos devuelve
la sonrisa, la capacidad de disfrutar, todo parece estar bien, nada es
urgente, y uno llega a pensar el privilegio de que su vida haya coincidido
con la de Messi, que suceda lo que suceda con los problemas que lo quieren
doblegar, el goce que te regala ese joven genial atenúa las secuelas de
cualquier tropiezo cotidiano. Cuando se pone la celeste y blanca y
despliega todas sus virtudes, sentís que nadie puede representarte mejor
que él, que por lejos es el gran embajador de la buena gente que lucha en
este país que tanto le cuesta ponerse de acuerdo consigo mismo y con el
mundo. Porque además es un buen tipo, sencillo, ubicado. Con todo el dinero
del mundo, la fama, los honores, los premios, nunca se agranda, jamás falta
al trabajo y como si todo eso no bastara no sabe de noches malas, de damas
rápidas ni de caballos lentos, que como buen tipo de a pie, familiero y con
raíces fuertes en el lugar donde se crió, al tiempo de formar pareja
coincidió con la niña más linda del barrio, que se abrazó feliz y
emocionado con el médico platense que asistió a su mujer en el nacimiento
del primer hijo y con quien compartió la foto que renueva esa sonrisa de
chico bueno, de pibe de bario, de hombre de bien que hoy es historia.
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